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FAMILIAS BENDECIDAS EN CRISTO - Families Blessed in Chirst

El Amor entre Esposos

Una buena pregunta: ¿Que es el AMOR?

Una buena pregunta: ¿Que es el AMOR?

EL AMOR

"El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta".

1 Cor 13, 4-7

El amor es considerado como un conjunto de comportamientos y actitudes, incondicionales y desinteresadas, que se manifiestan entre seres capaces de desarrollar inteligencia emocional o emocionalidad. El amor no sólo está circunscrito al género humano sino también a todos aquellos seres que puedan desarrollar nexos emocionales con otros, por ejemplo, delfines, perros, caballos, etc.

Habitualmente se asocia el término con el amor romántico, una relación pasional entre dos personas con una importante influencia en sus relaciones interpersonales y sexuales mutuas. Sin embargo el término se aplica también a otras relaciones diferentes, tales como el amor platónico o el amor familiar, y también en un sentido más amplio se habla de amor hacia Dios, la naturaleza, la humanidad en su conjunto (lo cual suele asociarse a la empatía), y otros. En la mayoría de los casos significa un gran afecto por algo que ocasiona placer o felicidad a quien realiza la acción de amar.

Filosóficamente, se suele pensar que el amor es el único sentimiento que no posee un sentimiento de polaridad, como es el caso de los demás sentimientos (p.e. paz - guerra). Popularmente suele ser contrastado, evitado o contrarrestado con el odio, desprecio o egoísmo. En la cultura religiosa, el amor suele mencionarse y ser apoyado por su Dios, como es el caso del Islam, el judaísmo e incluso el cristianismo, ya que en la Biblia se presenta una definición del amor, según su cultura de la época:

Actualmente hay otra corriente de pensamiento sobre lo que es el amor. Según algunos estudios realizados por neurólogos y científicos americanos "el amor no se registra como un sentimiento tal y como lo hace el odio o la alegría si no como una necesidad, es decir se presenta de manera muy similar en el cerebro como lo hace el hambre"; volviendo entonces a la definición antigua de que el amor es una necesidad humana como cualquier otra, incluso más importante.

 

Esquema de Contenidos:

1. Amor humano

En el ser humano, el amor es un sentimiento real. En los casos más comunes es el resultado de una emoción basada en la atracción y la admiración de un sujeto hacia otro, que puede ser o no ser correspondido. Ello intensifica las relaciones interpersonales entre un sujeto y otro que, partiendo de su propia insuficiencia, desea el encuentro y unión con aquel que ha juzgado su complemento para su existencia.

Por otro lado, el amor puede ser fruto de un duro trabajo, esfuerzo y pericia, por construir y desarrollar un objetivo, sintiendo verdadera plenitud y felicidad al ver conseguido lo que se ha anhelado y trabajado durante tanto tiempo. Este tipo de amor es el que siente un padre hacia un hijo cuando lo ve ya crecido y capaz de afrontar la vida con plena madurez, imitando al padre en aquellas cosas que le ha transmitido por sabiduría práctica. En este caso, el amor se dirige hacia los principios que han fundamentado el trabajo y han guiado el esfuerzo, es la corroboración de que las creencias por las cuales uno ha luchado, han tenido su recompensa: Lo esperado se ha obtenido.

Por otra parte, existen polarizaciones extremas de la mente manifestando un amor desmedido sin pensar en los límites de uno mismo, pudiendo incluso llegar a poner en peligro su propia existencia o incluso la de la otra persona por estar experimentando un estado polarizado de obsesión. En este caso, el que ama, desea y anhela el bien y la felicidad del ser amado, lo hace por encima de todas las cosas. El dar sin recibir a cambio, el sacrificar y anteponer las necesidades del ser amado por encima de las de uno mismo, sin que uno lo considere como sacrificio sino como oportunidad para prodigar el sentimiento; suele ser considerado una antesala al desequilibrio emocional, pues la persona objeto de nuestra obsesión no tiene porque responder tal como habíamos premeditado su respuesta, no agradecer nuestro esfuerzo y exigirnos aun más. Si bien algunos confunden esa polarización extrema con amor "verdadero" o "sano", y exigen de la otra persona el mismo comportamiento, pudiendo manifestar frustración extrema y como salida a dicha frustración violencia. Por los resultados evidentes en las noticias diariamente, observamos una creciente tendencia a la violencia de género, en la que los psicólogos actuales apuntan a esta patología de obsesión polarizada como principal desencadenante de estos conflictos.

 

Para Erich Fromm el amor es un arte y, como tal, una acción voluntaria que se emprende y se aprende, no una pasión que se impone contra la voluntad de quien lo vive. El amor es, así, decisión, elección y actitud.

El amor es un estado mental orgánico que crece o decrece dependiendo de como se retroalimente ese sentimiento en la relación de los que componen el núcleo amoroso. La retroalimentación depende de factores tales como el comportamiento de la persona amada, sus atributos involuntarios o por las necesidades particulares de la persona que ama (deseo sexual, necesidad de compañía, voluntad inconsciente de ascensión social, aspiración constante de completitud, etc.).

2. Tipos de amor

Por otro lado, en las relaciones del hombre con su medio, el amor puede significar una o más de una de las manifestaciones siguientes del amor, todas ellas relacionadas en mayor o menor grado. Por ejemplo:

  • Amor filial: entre padres e hijos (por extensión entre ancestros y descendientes).
  • Amor fraternal: en su sentido estricto es el afecto entre hermanos aunque se extiende a otros parientes exceptuados los padres y adultos, el amor fraternal nace de un sentimiento profundo de gratitud y reconocimiento a la familia, por emociones que apuntan a la convivencia, la colaboración y la identificación de cada sujeto dentro de una estructura de parentesco, lo mismo que el amor filial, el fraternal es sublimado ya que está fundado en la interdicción del incesto.
  • Amor fraternal hacia los amigos: nace de la necesidad del hombre de socializar.
  • Amor romántico: nace en la expectativa de que un ser humano cercano colme a uno de satisfacción y felicidad existencial. Este sentimiento idealiza en cierto grado a la persona objeto de dicha expectativa, definida en la psiquis.
  • Amor sexual (deseo).
  • Amor al prójimo: nace del uso de la facultad de la mente de empatizar y tolerar.
  • Amor a los animales: nace en la necesidad de sentirse protector de los animales.
  • Amor hacia algo abstracto o inanimado: una idea, una meta, a la patria (patriotismo) o al lugar de nacimiento, al honor y a la independencia (integridad).
  • Amor a los principios: depende de la aplicación de una norma o regla que es "amada". Por ejemplo, el amor al principio de ayudar al débil, a la norma de si/no hacer con otros lo que si/no queremos que ellos nos hagan, etcétera.
  • Amor hacia un dios o una deidad (devoción): Suele nacer en la educación recibida desde la infancia. Considera a Dios como la fuente de todo amor y se basa en la Fe. En la mayoría de los casos, se considera que tras la muerte Dios premiaría de alguna forma a las personas que la correspondiente religión considera virtuosas.
  • Amor autopersonal.
  • Amor platónico.
  • Amor Universal: el que todas las personas pueden llegar a sentir por el medio natural y que los grandes místicos experimentan como Nirvana.

Lo que parece unir todos estos tipos de amor es el deseo consciente o inconsciente hacia alguien o algo o la realización de sus objetivos.

Algunos idiomas, como el griego antiguo, distinguen entre los diferentes sentidos del amor mejor que el español. Por ejemplo, en griego antiguo existen las palabras filia, eros, agape y storge, las cuales significan amor entre amigos, amor romántico o sexual, amor incondicional y amor afectivo o familiar respectivamente, o en latín cupiditas como correspondiente al griego eros (deseo sexual) y caritas como correspondiente al griego agape (empatía, altruísmo). Sin embargo, tanto en griego como en muchos otros idiomas, históricamente ha resultado muy difícil separar los significados de estas palabras totalmente, por lo que es posible encontrar la palabra ágape (amor incondicional) siendo utilizada con el mismo significado que eros (amor sexual o romántico). Sin embargo, algunas terminologías vulgares en español como por ejemplo filito, originado de ’filia, genera jerarquías de seriedad o duración de la pareja.

3. Perspectivas sobre el amor

3.1 Perspectiva biológica

El concepto de amor no es una noción técnica en biología sino un concepto del lenguaje ordinario que es polisémico (tiene muchos significados), por lo cual resulta difícil explicarla en términos biológicos. Sin embargo, desde el punto de vista de la biología, lo que a veces se llama amor parece ser un medio para la supervivencia de los individuos y de la especie. Si la supervivencia es el fin biológico más importante, es lógico que la especie humana le confiera al amor un sentido muy elevado y trascendente (lo cual contribuye a la supervivencia).

Sin embargo, en la mayoría de las especies animales parecen existir expresiones de lo que se llama "amor" que no están directamente relacionadas con la supervivencia. Las relaciones sexuales con individuos del mismo género (equivalentes a la homosexualidad en el ser humano) y las relaciones sexuales por placer, por ejemplo, no son exclusivas de la especie humana; comportamientos altruistas son observados desde individuos de una especie hacia los de otras especies (las relaciones milenarias entre el ser humano y el perro son un ejemplo). Algunos biólogos tratan de explicar dichos comportamientos en términos de cooperación para la supervivencia o de conductas excepcionales poco significativas. A partir de los años 1990 psiquiatras, antropólogos y biólogos (como Donatella Marazziti o Helen Fisher) han encontrado correlaciones importantes entre los niveles de hormonas como la serotonina, la dopamina y la oxitocina y los estados amorosos (atracción sexual, enamoramiento y amor estable).

3.2 Perspectiva psicológica

Tras las investigaciones efectuadas acerca del amor, Robert J. Sternberg propuso 3 componentes:

  1. La intimidad, entendida como aquellos sentimientos dentro de una relación que promueven el acercamiento, el vínculo y la conexión.
  2. La pasión, como estado de intenso deseo de unión con el otro, como expresión de deseos y necesidades.
  3. La decisión o compromiso, la decisión de amar a otra persona y el compromiso por mantener ese amor.

Estos tres componentes se pueden relacionar entre sí formando diferentes formas de amor: intimidad + pasión, pasión + compromiso, intimidad + compromiso, etc.

Por su parte, analizando la preeminencia de una u otra de estas distintas prioridades que motivan los vínculos amorosos, algunos autores como John Lee proponen una serie de arquetipos amatorios.

3.3 Perspectiva histórica y cultural

Si bien el amor está fundado en capacidades y necesidades biológicas como el placer sexual y el instinto de reproducción, tiene también una historia cultural. A veces se atribuye su invención a alguna tradición particular (a los sufis, a los trovadores[2] , al cristianismo, al movimiento romántico, etcétera), pero los vestigios arqueológicos de todas las civilizaciones confirman la existencia de afecto hacia los familiares, la pareja, los niños, los coterráneos, entre otros, por lo cual las interpretaciones que postulan que el amor en general es una construcción cultural específica no parecen fundadas.

Desde el punto de vista cultural, el amor sexual se ha manifestado históricamente hacia las personas del sexo opuesto como hacia aquellas del mismo sexo. Para los griegos y durante el Renacimiento, los ideales de belleza eran encarnados en particular por la mujer y por los adolescentes de sexo masculino. En algunos idiomas, la palabra "amor" no existe.

4. Reseña mitológica sobre el amor: el mito del andrógino

En la mitología griega, eran tres los sexos: lo masculino era en un principio descendiente del sol; lo femenino, de la tierra; y lo que participaba de ambos, de la luna. Y precisamente, como la luna, eran circulares ellos mismos y su manera de avanzar. Eran, pues, terribles por su fuerza y su vigor y tenían gran arrogancia, hasta el punto de que atentaron contra los dioses. Entonces Zeus y los demás dioses deliberaron y se encontraban ante un dilema, ya que ni podían matarlos ni hacer desaparecer su raza, fulminándolos con el rayo como a los gigantes - porque entonces desaparecerían los honores y sacrificios que los hombres les tributaban -, ni permitir que siguieran siendo altaneros.

 

Tras mucho pensarlo, al fin Zeus tuvo una idea y dijo: "Me parece que tengo una estratagema para que continúe habiendo hombres y dejen de ser insolentes, al hacerse más débiles. Ahora mismo, en efecto -continuó- voy a cortarlos en dos a cada uno, y así serán al mismo tiempo más débiles y más útiles para nosotros, al haber aumentado su número. Así pues, una vez que la naturaleza de este ser quedó cortada en dos, cada parte echaba de menos a su mitad, y se reunía con ella, se rodeaban con sus brazos, se abrazaban la una a la otra, anhelando ser una sola por naturaleza. Desde hace tanto tiempo, pues, el amor de unos a otros es innato en los hombres y aglutinador de la antigua naturaleza, y trata de hacer un solo individuo de dos. Así pues, cuando se tropiezan con aquella verdadera mitad de sí mismos, sienten un maravilloso impacto de amistad, de afinidad y de amor, de manera que no están dispuestos a separarse.

De El Banquete de Platón.

El Amor Mutuo

El Amor Mutuo

Autor: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
La cuestión del divorcio

Marcos 10, 1-12. Tiempo Ordinario.

El amor mutuo entre los esposos, es imagen del amor con que Dios ama al hombre.

 

Marcos 10, 1-12

 
En aquel tiempo Jesús se marchó a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?» Él les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio»

 
Reflexión
Dios hizo el matrimonio para que los hombres encontraran la felicidad en este mundo, pero la triste realidad es que muchos, por no decir demasiados matrimonios no sólo no encuentran la felicidad en él, sino la desesperación, la amargura y el fracaso. ¡Cuántos divorcios, infidelidades, quiebras por ahí, cuánta infelicidad!

 
En el matrimonio, si de algún modo se descubren las causas de los problemas, se podría poner la solución y, ciertamente, hay causas pequeñas que ayudan al fracaso, pero la causa grave, el verdadero verdugo del matrimonio, se llama “egoísmo”.

 
Una gran parte de los hombres y mujeres se casan por amor, pero luego viven el matrimonio con egoísmo. A las órdenes de ese monstruo que devora tanta felicidad en el hombre.

Salta a la vista el contraste entre el noviazgo y lo que sigue después: los novios se quieren, se buscan, se adoran, son capaces de grandes sacrificios por el ser querido, no se aburren, no se cansan y si alguna vez se pelean, con un perdón sincero y lágrimas, restauran el cariño y siguen adelante. Es decir, el amor supera todos los obstáculos.

 
Hay amor y por eso hay soluciones. Pero luego en el matrimonio dan la impresión de que ya no son capaces de perdonar, aceptarse y de seguir adelante a pesar de todas las dificultades del mundo.

Se aburren, se cansan, se hartan y se creen muy justificados echándose la culpa el uno y el otro.
Se casaron por amor, pero ahora viven de egoísmo. El vino bueno del primer amor se ha ido convirtiendo en vinagre.

 
El amor que no se cultiva, que no se estrena cada día, tiende a desaparecer. Alguien dijo: “No me da coraje el haber perdido el amor, sino que se haya ido poco a poco”.
Hay que pagar un precio. Se paga el teléfono y si no te lo cortan, pagas el gas o un día no enciende la estufa, cargas el tanque de gasolina, si no quieres quedarte tirado. Pero, ¿cuánto pagas por recargar tu matrimonio?

 
Impresiona ver los esfuerzos y sacrificios que realizan algunos por llevar un trabajo floreciente, y qué poco o casi nada de empeño ponen por llevar un matrimonio, no digo floreciente, sino un matrimonio con vida.

 
Me atrevo a suponer que su matrimonio y su familia les interesa mucho más que su trabajo.
¿Qué inversión haces cada día para aumentar el capital de felicidad dentro de tu hogar?

¿Estrenas cada día el matrimonio?

¿Desde cuándo no tienes un detalle con tu esposo o esposa?

¿El matrimonio es una fecha relevante para los dos?

¿Te preocupas por dar a tu pareja una agradable sorpresa?

Por ejemplo: en la comida. Cuando están juntos, ¿disfrutan como viejos enamorados o procuran estar lo menos posible en compañía?

 
La pregunta clave para saber si quieres a tu pareja es: ¿Lo que más te importa es hacerlo feliz?
En cuestiones de amor sucede lo que con el dinero: “Cuánto más dinero pongas a producir en el banco, más intereses obtienes. Cuánto más inviertes en detalles, delicadezas, comprensión y en todo lo que se llama amor verdadero, más intereses de felicidad para los dos. Pero si de tu cuenta de ahorros sacas más de lo que inviertes, un día te quedarás en ceros”.

Honradamente, ¿cuánto invertiste ayer en la cuenta el amor?

El matrimonio se estrena cada día. El amor de hoy debe tener la frescura, la fuerza, la delicadeza del primer día. El matrimonio debe tener la fuerza del primer amor.

 El amor que se estrena es maravilloso, es el primer amor. Si tu quieres puedes estrenar cada día tu amor y convertirlo en un día de maravilla.

Las tres dimensiones del Amor Conyugal

Las tres dimensiones del Amor Conyugal

Amor entre esposos: la dimensión desconocida

Autor: Francisco Cardona Lira

Amar es un acto voluntario que nos hace crecer como personas.

Amar al otro, como Dios nos ama, es el desafío del matrimonio hoy.

Conoce las tres dimensiones del amor conyugal: espiritual, afectiva y corporalmente.

Amar es un acto de la voluntad. Es buscar el bien de la persona amada. Es decir, buscar su bien porque es persona, y que como tal tiene un alma, un cuerpo y sentimientos.

El amor es darse, es servicio fecundo, es entrega, es generosidad. Amar es el acto más sublime del ser humano. Es actuar como Dios mismo actúa.

El amor espiritual de los esposos implica dos voluntades que se comprometen y buscan libremente el bien del otro. Dos inteligencias que han de esforzarse por ayudarse mutuamente a alcanzar su mejor bien, su salvación.

La máxima expresión del amor conyugal se encuentra en la intimidad corporal de los esposos, ya que con ella plasman en su matrimonio la entrega total.

NATURALEZA DEL AMOR CONYUGAL

El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Familiaris Consortio, nos habla hermosamente del hombre y de la mujer llamados al amor:

“Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor (1 Jn 4,8) y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano”. (FC 11).

¿Qué es amar?

¡Qué vocación más sublime tiene el ser humano! Está llamado a amar. Pero, ¿qué es amar?.

Amar no es, simplemente, desear el bien de los demás. No basta con desearlo. Hay que buscarlo, trabajar por él. Es hacer un esfuerzo por darme a los que yo digo que amo.

Amar, pues, es un acto de voluntad, no un mero deseo o sentimiento. Y ese acto ha de ser libre y voluntario. Un acto que nazca desde nuestro interior. Que yo quiera buscar el bien de las personas que yo amo.

Si Dios nos ha creado por amor, significa que Él, libre y voluntariamente, ha pensado en cada uno de nosotros, ha buscado nuestro bien, por ello nos ha llamado a la existencia. Además, Dios nos ha llamado al amor. Es decir, nos ha invitado a vivir en el amor, que es Él mismo. Dios es amor.

Dice San Agustín en el libro de sus Confesiones:

Nos hiciste, Señor, para Ti. Y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Ti.

¡Qué vocación tan sublime!. Haber sido creados por amor, y llamados a vivir en el amor. Pero Dios no solo ha creado únicamente al hombre y se olvida de él. Sino que, voluntariamente, por amor, lo conserva como persona.

Si Él se olvidara un segundo de sus creaturas, dejaríamos de existir. Pero no, Él, que lo ha creado por amor, se ha comprometido a buscar su bien desde ahora y para siempre. Porque Él es fiel en su amor. Él no deja ni un instante de amar, de buscar el bien, de pensar en el hombre.

Si esta es la naturaleza del amor, podemos deducir cómo ha de ser el amor de los esposos.

El Papa Juan Pablo II nos dice al respecto:

En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo, el hombre está llamado al amor en esta totalidad. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual... En consecuencia, la sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano, solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte. (FC 11).

Si la persona humana está compuesta de sus tres dimensiones: espiritual, afectiva y biológica; el amor abarcará esta integridad.

La donación amorosa de los esposos comprenderá esas tres dimensiones:

1. AMOR ESPIRITUAL:

El amor ha de ser esa búsqueda generosa, delicada, detallista, por encontrar el bien del esposo o de la esposa. Será un continuo acto de voluntad. Es un compromiso fundamental en la vida conyugal.

Recordemos las palabras del compromiso matrimonial el día de la boda:

“Yo,... , te acepto a ti,... , como mi esposo(a). Y prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y a amarte y respetarte todos los días de mi vida”. (Rito para el Sacramento del Matrimonio).

Ese día se estableció esa promesa mutua de amor, de buscar el bien del otro todos los días de la vida.

El amor espiritual de los esposos, es pues, un compromiso que ha de perdurar toda la vida. Un compromiso de pensar en el otro, como Dios piensa en cada uno. Un compromiso de buscar los medios para que el otro sea feliz y alcance su salvación eterna, que es el mejor bien que es posible buscar para la persona amada.

¡Qué grande es el amor espiritual de los esposos! Dos voluntades que se comprometen y buscan libremente el bien del otro. Dos inteligencias que han de esforzarse por ayudarse mutuamente a alcanzar su mejor bien, su salvación. Ambos serán sujeto y objeto de su amor.

Así serán verdadera imagen del amor divino. Pensarán en el bien del otro. Buscarán ese bien. Se mantendrán en un verdadero acto de amor permanente.

Habrá amor, si hay voluntad de dar. El amor es darse, es servicio fecundo, es entrega, es generosidad.

El que verdaderamente ama, no ama algo “en” el ser amado, sino que lo ama a “él mismo”. Lo ama con todo lo que es, como es, quien es. Amar es el acto más sublime del ser humano. Es actuar como Dios mismo actúa: amando.

2. AMOR AFECTIVO:

El ser humano, en su segunda dimensión, la afectiva, posee los sentimientos, las emociones y las pasiones. Los llamaremos afectos.

Un sentimiento, es una reacción de tipo afectivo que puede ser agradable o desagradable. Por ejemplo: Me gusta ir al campo, estoy triste, no me gusta el color de esa blusa.

Una emoción, es un sentimiento que hace vibrar el cuerpo, conmueve el ánimo, de manera positiva o negativa. Por ejemplo: Me enojo porque no hay agua caliente, aplaudo cuando algo me gusta, me conmueve una película o una situación triste o alegre de una persona.

Una pasión, es un sentimiento que perdura con el tiempo. Es algo que me agrada o desagrada siempre o por mucho tiempo. Por ejemplo: Soy un apasionado de un deporte, semana con semana, año con año, disfruto ese deporte. Me encanta el orden profundamente, o el arrego de las cosas. Me apasiona dar clases o leer.

Los afectos vienen y van. Nunca sabemos cuándo han de llegar o cuándo han de irse. Simplemente, ahí están. Los afectos no son ni buenos ni malos por sí mismos. Su bondad o maldad moral dependen del manejo que la persona humana, libre y voluntariamente, haga de ellos.

De esta forma, cuando se presentan afectos que no me ayuden a alcanzar la vida eterna, que no colaboren positivamente en el cumplimiento de mis compromisos libremente contraídos, he de hacerlos a un lado. Por el contrario, si se presentan afectos que me apoyen para ser mejor, he de aprovecharlos. Es más, he de cultivarlos.

Como el amor abarca a toda la persona, en su dimensión afectiva ha de manifestarse. ¿Cómo? A través de esos afectos que me ayuden a vivir mejor mi entrega conyugal.

El sentimiento básico al inicio de un amor es el enamoramiento. Sentimiento que hace que las dos personas se atraigan mutuamente, se deseen, se agraden. El novio busca las mil y una ocasiones para estar en compañía de la novia. Su cercanía le es grata. Piensa en cómo él se “siente” . Le gusta. Le satisface. El muchacho cultiva con detalles ese afecto. Lo viste de flores, de miramientos, de atenciones. Pero lo hace porque él busca el goce de ese sentimiento.

Ese sentimiento se transforma en algo “emocionante”. Todo su ser vibra atraído por la presencia del otro.

De ahí, brota el amor apasionado. Ese enamoramiento permanente que ha de ser cuidado, alimentado, renovado constantemente, para que no se marchite con el tiempo.

¡Sí!. El amor ha de ser apasionado. Que permanezca ante las embestidas de las dificultades, del desgaste del tiempo, de la rutina. Sólo cuando el amor se convierte en pasión, dará a un matrimonio su estabilidad, su permanencia.

Sin embargo, ese amor apasionado podrá ser egoísta, si el muchacho, la novia, el marido la esposa piensan únicamente en su disfrute personal.

Por eso no se puede desligar al amor afectivo del amor espiritual. Este último buscará el bien de la persona amada. Buscará la felicidad del cónyuge, no el propio disfrute de los sentimientos personales.

Cuando se limita el amor a los afectos, la persona que los siente será el centro de esa relación amorosa. Quedará encerrado en un goce personal, egoísta y particular de los sentimientos gratos que origine. El amor, ese llamado a darse a los demás, a darse al cónyuge con totalidad, a buscar el bien de la persona amada, degenerará en un amarse a sí mismo, en un egoísmo, en una desviación contraria al amor auténtico.

De esta forma, si un matrimonio finca su existencia en un sentimiento egoísta de disfrute personal de cada uno de los miembros de la pareja, tarde o temprano se derrumbará.

El amor espiritual y el amor afectivo, han de ir de la mano. Uno junto al otro, complementándose, para que la naturaleza del amor, esa búsqueda del bien de la persona amada, quede revestida e integrada en una sola pieza.

Así, ese afecto amoroso, ha de ser cultivado con todas las fuerzas de la inteligencia y de la voluntad, con finura de alma, con generosidad. Entonces, la pareja vivirá en un ambiente de ternura, de cariño, de atenciones, de delicadezas mutuas, de... amor del bueno. No desearán el goce personal, sino el gozo de ver al otro feliz.

Si el amor busca el bien de la persona amada, el amor afectivo se convierte en una obligación para los cónyuges: fomentar, cuidar y hacer crecer los buenos sentimientos de la pareja, hasta desembocar en un amor apasionado.

Los sentimientos son el ingrediente que le da sabor al matrimonio. No son la base de éste.

3. AMOR CORPORAL

En las Sagradas Escrituras, en el libro de Tobías, encontramos el siguiente relato, lleno de hermosura:
Tobías se levantó del lecho y dijo a Sara: "Levántate, hermana, y oremos y pidamos a nuestro Señor que se apiade de nosotros y nos salve". Ella se levantó y empezaron a suplicar y a pedir el poder quedar a salvo. Comenzó él diciendo: “¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres… tú creaste a Adán, y para él creaste a Eva, su mujer, para sostén y ayuda, y para que de ambos proviniera la raza de los hombres. Tú mismo dijiste: ‘no es bueno que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda semejante a él’. Yo no tomo a ésta mi hermana con deseo impuro, mas con recta intención, Ten piedad de mí y de ella y podamos llegar juntos a nuestra ancianidad”. Y dijeron a coro: “Amén, amén”. Y se acostaron para pasar la noche. (Tob 8, 4-9).

En la constitución pastoral Gaudium et Spes, leemos:

Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud. (GS 49,2).

La máxima expresión del amor conyugal se encuentra en la intimidad corporal de los esposos. Es el tercer ingrediente del amor. Es una manifestación integral del amor que ellos se profesan mutuamente. Se aman espiritualmente, afectivamente y, ahora, complementan ese amor con la totalidad de la entrega mutua, por medio de su cuerpo, en un diálogo amoroso, tierno, lleno de entrega y de generosidad.

 El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice:

La sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. En el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. Entre bautizados, los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento.
(CIC 2360).

La entrega total mutua entre los esposos, en toda su integridad como personas, es el sentido más profundo del amor conyugal, sin el cual, cualquier acto dentro de la vida matrimonial carecería de sentido pleno.

Con la intimidad corporal, los esposos plasman en su matrimonio la entrega total. El don de sí adquiere su plenitud. Adquiere, además, la garantía de comunión espiritual. Dos voluntades que libremente se entregan entre sí, conforman esa unidad que las Sagradas Escrituras nos anuncian:

Por eso el hombre dejará a sus padres para unirse a una mujer, y serán los dos una sola carne”. (Gén 2,24).

Fuente: Catholic.net

 

Cuida a tu ESPOSA

CUIDA A TU ESPOSA


Voy a decir algo que con seguridad va a molestar a muchos, pero que cuando se los explique les va a molestar más, y es que a veces cuidamos más lo seguro que tenemos, que lo inseguro.

Me explico: yo siempre digo, no cuides tanto a tu familia, cuida a tu esposa y la gente se sorprende.
¿Pero como que no voy a cuidar mucho a mi familia?

 

¡Es mi familia! Y no..., tu familia, que es tu familia, está segura. Es tu familia, nunca se pierde.

¿Ustedes han oído decir a alguien: «allí va mi ex hijo, allí va mi ex padre»? No, ¿verdad?


Pero han oído mucho, «allí va mi ex esposa».

Entre los padres, los hijos, los hermanos, la familia, lo más seguro que se tiene, no hay ex.
Ellos están allí y por muchos años que duren sin verse, por mucho tiempo que tarden en escribirse o en hablarse, ellos están allí.

Usted no puede decir «aquella señora que va pasando por allí fue mi madre por 35 años».
Ella está allí, ella está segura.

Y es más, les voy a decir otra cosa, de todos los amores, que es tender lazos, de todos los Puentes, el amor más débil que existe es el de esposos.


En los esposos no hay nada.

Por eso hay que darlo todo, para quedarse con algo. Tener una esposa es como cuidar una flor. Si una flor no se riega, se muere, y si se riega mucho, también. Hay que ser un artista para cuidar una flor. Yo no sé cuidar flores, por eso soy cura.

Por eso, el amor de padre, de madre y de hijo es como tener un «cují coriano», nadie los riega, pero está ahí. Eso que llamamos amor eterno se da en papá, en mamá, en un hijo, y en los amigos, que también puede ser un amor eterno.

Pero en el matrimonio es un amor diario, tiene que cuidarse todos los días.


Tengo un hermano en los Estados Unidos que se fue hace más de diez años y duré más de diez años sin hablarle. Nunca le llamé, y puedo decirlo que hasta por descuido. Siempre sabía de él por mamá, y cuando vino por primera vez desde que se había ido, lo fui a buscar al  aeropuerto, y cuando nos vimos el abrazo fue tan fuerte que lloramos de emoción. Allí estábamos.

 

Pero vete de tu esposa diez años a ver qué encuentras. Eso es lo que dice  que el amor en el matrimonio es amor de todos los días. Yo puedo hablar con mi mamá cada semana, una vez a la semana, pero si tuviera esposa la estuviera llamando a cada momento. Y no es que sea bueno o malo, es que  el amor es así. No se quiere a nadie más por no querer al otro.

Por ejemplo, yo comparo el amor de aquellos matrimonios que por alguna circunstancia del destino tienen un hijo discapacitado. No es que no quieran a los otros, pero ellos están seguros. De aquél tienen que estar más pendientes, porque se puede caer, porque a lo mejor no come solo. En cambio, los otros están y los quieren igual, y saben que están ahí.

Si tengo una esposa, ese es el amor discapacitado. De ese tengo que estar más pendiente porque necesita más.

El amor de madre es independiente, el amor de esposos  es dependiente. Ella depende de mí y yo dependo de ella... Estamos unidos «hasta que la muerte nos separe», pero el amor que nos debemos es como el amor de un hijo discapacitado.

 

Después de leer esta reflexión: Medita los siguientes Textos:

1.     Gen 2, 18

2.     Prov 5, 18.

Padre Ricardo Búlmez

Caracas - Venezuela